Tanto la escena de los Reyes y el Nacimiento de Jesús como Papa Noel y el Árbol de Navidad, nos remiten al invierno, oscuro y nevado, aunque aquí nosotros nos estemos muriendo de calor. Esto se debe en parte a que estas tradiciones provienen del hemisferio norte y allí, este momento del año coincide con el solsticio de invierno (el día más corto del año), mientras que en este hemisferio, coincide con el solsticio de verano (el día más largo del año).

Sin embargo, nuestros ancestros se detuvieron para observar este momento de la naturaleza, bello y milagroso. ¿En qué momento se dieron cuenta de que esto era así? ¿Cuántos inviernos habrán tenido que pasar hundidos en la angustia de no saber si ese invierno tenía fin? Por suerte, no he pasado por la angustia de no saber si lograré sobrevivir un invierno, pero sí conozco la angustia, esos momentos de ignorancia y desesperación. Creo que cada uno de nosotros tiene sus propios “inviernos”.
En este momento del año y desde hace unos dos meses, al oscurecer, allí por donde se pone el sol, aparece un lucero gigante. No sé si será el mismo que vieron los 3 Reyes Magos durante el solsticio de invierno marcándoles la ruta hacia el oeste pero cuando miro hacia el este y veo las 3 Marías viajando hacia el oeste, me gusta pensar en los Reyes, peregrinando hacia donde muere el sol, donde aparece el lucero y también, donde nacen los ríos que nos dan vida.
Todos nacimos y fuimos bebés alguna vez. Espero que aquella beba que fui siga viva en el fondo de mi ser, con la inocencia que aceptó que esos 3 Reyes Mágicos existían y sabían que yo existía por la evidencia indiscutible de mis zapatos y ¡me trataban casi como a Jesús! mejor, me traían lo que yo les pedía, en vez de esas cosas raras que ni sabía lo que eran. Eran mágicos y me conocían. Cuando a veces la vida me rebalsa y me siento en el medio de un crudo invierno, de pronto me viene ese sentimiento que me transmitían los Reyes, desde lo misterioso y lo infalible juntos. Y sí, ¡yo creo en los Reyes Magos! los guía una estrella, vienen desde el Este a festejar un nacimiento, quizás el de un nuevo deseo que nace en nuestro interior. Gracias a mis padres que me hicieron el cuento de los Reyes, ahora conozco ese sentimiento: desde las fuerzas del Cielo, de la Naturaleza, viene la orientación, la dicha.