Tanto la escena de los Reyes y el Nacimiento de Jesús como Papa Noel y el Árbol de Navidad, nos remiten al invierno, oscuro y nevado, aunque aquí nosotros nos estemos muriendo de calor. Esto se debe en parte a que estas tradiciones provienen del hemisferio norte y allí, este momento del año coincide con el solsticio de invierno (el día más corto del año), mientras que en este hemisferio, coincide con el solsticio de verano (el día más largo del año).
Durante el solsticio de invierno, la naturaleza, sobre todo en los países fríos, pareciera estar muerta, aunque nosotros sabemos que está pasando por una fase de descanso antes de comenzar un nuevo ciclo con la primavera. El símbolo del Árbol como la regeneración de la vida es más que directo y contundente. Ese triangulito verde que resiste, al lado de sus compañeros árboles que parecen muertos, y nos recuerdan la certeza de que ese invierno es una muerte aparente y que pronto la vida va a volver a nacer. Y esto sucede de modo inexorable, con la misma fuerza implacable del tiempo. La Tierra, el Sol, todo el Cielo, gira y gira como un reloj. Y sabemos que la primavera va a volver y vamos a volver a tener flores y frutos. Es algo tan natural que podría ser una obviedad sin interés.
Sin embargo, nuestros ancestros se detuvieron para observar este momento de la naturaleza, bello y milagroso. ¿En qué momento se dieron cuenta de que esto era así? ¿Cuántos inviernos habrán tenido que pasar hundidos en la angustia de no saber si ese invierno tenía fin? Por suerte, no he pasado por la angustia de no saber si lograré sobrevivir un invierno, pero sí conozco la angustia, esos momentos de ignorancia y desesperación. Creo que cada uno de nosotros tiene sus propios “inviernos”.
El símbolo del Árbol de la Regeneración de la Vida parece ser un símbolo muy común en las diferentes culturas del planeta y el Nacimiento de Jesús representa lo mismo pero en el mundo humano. El nacimiento es algo sagrado, un milagro.
En este momento del año y desde hace unos dos meses, al oscurecer, allí por donde se pone el sol, aparece un lucero gigante. No sé si será el mismo que vieron los 3 Reyes Magos durante el solsticio de invierno marcándoles la ruta hacia el oeste pero cuando miro hacia el este y veo las 3 Marías viajando hacia el oeste, me gusta pensar en los Reyes, peregrinando hacia donde muere el sol, donde aparece el lucero y también, donde nacen los ríos que nos dan vida.
Todos nacimos y fuimos bebés alguna vez. Espero que aquella beba que fui siga viva en el fondo de mi ser, con la inocencia que aceptó que esos 3 Reyes Mágicos existían y sabían que yo existía por la evidencia indiscutible de mis zapatos y ¡me trataban casi como a Jesús! mejor, me traían lo que yo les pedía, en vez de esas cosas raras que ni sabía lo que eran. Eran mágicos y me conocían. Cuando a veces la vida me rebalsa y me siento en el medio de un crudo invierno, de pronto me viene ese sentimiento que me transmitían los Reyes, desde lo misterioso y lo infalible juntos. Y sí, ¡yo creo en los Reyes Magos! los guía una estrella, vienen desde el Este a festejar un nacimiento, quizás el de un nuevo deseo que nace en nuestro interior. Gracias a mis padres que me hicieron el cuento de los Reyes, ahora conozco ese sentimiento: desde las fuerzas del Cielo, de la Naturaleza, viene la orientación, la dicha.
En chino, “natural” se dice “naturaleza propia” (自 然- zì rán) y “naturaleza”, “gran naturaleza propia” (大 自 然- dà zì rán). Ése es mi deseo, que mi naturaleza propia sea la misma que la naturaleza.